La vida en esencia es una sucesión interminable de problemas.
No existe tal cosa como un vida libre de problemas. No aspires a ella, de verdad, no existe.
Dos vidas, dos personas, con los mismos problemas de inicio pueden tener desenlaces totalmente distintos simplemente en base a su actitud frente a esos problemas. Una de ellas apuesta por afrontarlos, aunque sea con miedo, dolor, incertidumbre, inseguridad, pero afrontarlos. La otra apuesta por negarlos, culpar a otros o adoptar el papel de víctima.
La primera tiene muchas más probabilidades de alcanzar un estado de bienestar mental (llamémosle felicidad) que la segunda.
La felicidad se logra al resolver esos problemas que aparecen en nuestra vida. La felicidad por tanto, es una actividad continua, no un estado final al que aspirar. La felicidad requiere lucha.
Este enfoque con respecto a la felicidad no es mío, es de Mark Manson. Lo introduce de manera brillante en su libro “El sutil arte de que (casi todo) te importe una mi*rda”.
Una vez tenemos claro que la felicidad y los problemas van de la mano, tenemos que trabajar en el siguiente punto.
No todos los problemas merecen la misma atención. Hay que elegir. ¿Qué guerras quieres luchar?
Para afrontar esta elección me gusta combinar el texto del teólogo, filósofo y escritor R. Niebuhr con el esencialismo de Greg McKeown.
El texto o plegaria del primero dicta:
“Concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”
R. Niebuhr
Esto es algo que me recuerdo a mí misma casi a diario, yo lo resumo en una frase mucho más corta pero que en esencia viene a decir lo mismo: “Sandra, sé voluntad o viento”
Aquellos problemas sobre los que puedo influir, lo hago, soy Voluntad. Me lleva trabajo, lucha, dolor, pero cuando lo he resuelto, viene la sensación de bienestar.
Aquellos problemas sobre los que no puedo hacer nada (intentar ayudar a alguien que no quiere ser ayudado, la muerte irremediable de un ser querido, etc.) trato de ser Viento. Trabajo la serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar, dejo que ese problema, ese pensamiento, ese dolor, pase de largo como si fuera viento. No lo ignoro, lo observo, lo reconozco y lo dejo pasar.
Enfrentarse a ese tipo de problemas y luchar esas batallas puede provocar un desgaste mental que te deje sin fuerzas para trabajar lo que sí está en tu mano cambiar.
El tiempo es muy limitado. Elige bien.
Por último, el esencialismo nos recuerda que el tiempo que tenemos en la vida es, desafortunadamente, muy limitado. Con él, podemos hacer cualquier cosa que nos propongamos, pero no podemos hacer TODO lo que nos propongamos…. Así, que más vale elegir bien.
Si derrochas toda tu energía luchando las batallas equivocadas acabarás agotado, triste e infeliz al acabar el día. Sin embargo, si eliges hacia donde quieres enfocar tu energía (qué es importante y qué no), estarás haciendo ya una clasificación inicial de los problemas a los que vas a hacer frente más tarde.
Las soluciones de hoy sientan las bases de los problemas del mañana
Las soluciones de los problemas que resuelvas hoy, sentarán las bases para los problemas del mañana. La sensación de bienestar (felicidad) llega cuando finalmente tu actividad consiste en resolver los problemas que disfrutas teniendo y resolviendo. Los que te llevan en la dirección que has elegido conscientemente.
Foto de Nine Koepfer en Unsplash